lunes, 14 de abril de 2008

EL MISTERIO DE ORION, DECODIFICADO

Lunes 25 de noviembre de 1996. Gino y yo repasamos una vez más toda la información que teníamos sobre el zodíaco, pero esta tarea no nos llevó muy lejos. Entonces, decidimos continuar nuestra búsqueda por computadora. Gino compuso los datos sobre las constelaciones estelares para el año 2.012. A veces le llevó bastante tiempo porque su programación era una tarea ardua, pero él era un genio y el resultado fue siempre excelente. Yo buscaba desesperadamente una conexión entre toda la información que poseía, mas no pude adelantar mucho esa noche. Docenas de imágenes de posiciones planetarias, constelaciones estelares y complicados patrones internos pasaron por mis ojos. Un tanto mareado, aunque sin perder el entusiasmo, me fui a mi casa. Algo estaba fermentando en mi interior, podía sentirlo, pero ¿qué era?

Íbamos a encontrarnos otra vez la noche siguiente y, principalmente, a realizar la búsqueda por Internet. Esa era una revelación para mí, pues era la primera vez que tra­bajaba con esta herramienta. Decidimos buscar datos sobre el zodíaco. Aparentemente había muchísimas publicaciones que nos iban a dar trabajo por unos cuantos días, por eso Gino cambió su búsqueda e incluyó dos palabras, “zodíaco” y “Egipto”. Entonces, sólo encontramos tres artículos. Uno de ellos parecía ser sumamente importante y he parafraseado a continuación algunos puntos destacables:
“Secret of the Great Pyramid Revealed” [El secreto revelado de la Gran Pirámide] por J.P.E.
“Por milenios han causado admiración. ¿Por qué fueron construidas? ¿Quién las construyó?
Un reciente descubrimiento demostró que el diseño de la Gran Pirámide se basó en las más complejas mediciones astrológicas que jamás hayamos conocido.

La medición de la precesión del año 25.920 resultó ser la más importante incorporada en el diseño de la Gran Pirámide y la verdadera razón por la cual esta fue construida. Es una especie de santuario para la medición del movimiento del zodíaco para el Gran Padre.
Se ha mostrado que los ejes de la Gran Pirámide están en perfecta alineación con las estrellas clave del zodíaco, en los cambios importantes de las diversas casas zodiacales.
¿Podría ser que la Gran Pirámide fuese un monumental reloj?
Mide la precesión y otros cambios diversos en cuanto antecesor del zodíaco”.
Inmediatamente luego de leer este artículo, para mí quedó claro que la pirámide, en efecto, era un reloj gigantesco y estaba funcionando. Dentro de dieciséis años su tictac va a detenerse, porque entonces se producirá la mayor catástrofe en la historia de la humanidad. Por eso la pirámide se ha construido con una precisión tan grande. Para dejarnos esta advertencia, los constructores debieron realizar una obra superior. La mínima desviación en ella podría evitar que las civilizaciones venideras se enteraran del mensaje último y definitivo: ¡Presten atención, una destrucción mundial ocurrirá cuando el reloj deje de dar la hora! ¡Qué brillante razonamiento! Y recién ahora lo venimos a descubrir, ahora que casi es demasiado tarde para tomar las precauciones necesarias.

Los investigadores ya se han preguntado por qué los ejes habían sido construidos con un grado de precisión tan increíble, pues no hay desviaciones y en su totalidad debe haber exigido una enorme cantidad de mano de obra. La construcción de los cuatro ejes es comparable con el diseño de varios templos grandes. Esta visión arquitectónica ha intrigado a miles de visitantes... hasta ahora. Para mí, era cada vez más claro, minuto a minuto. Con el fin de que todo fuera más transparente todavía, Gino debería hacer gran cantidad de cálculos y eso le llevaría varias semanas. Satisfecho con este plan, pedí volver a ver las estrellas del año 2.012. Tenía este sentimiento de que hallaría algo nuevo. Y pronto apareció en la pantalla una constelación de estrellas con los códigos de la destrucción del mundo.
“¿Puede mostrar una vista diferente?”, le pregunté repentinamente, siguiendo mi intuición.
Las manos de Gino se abalanzaron sobre el teclado y apareció una imagen que yo ya había visto antes y no le había prestado atención. Por la pantalla corría una línea recta.
Me fascinó; la miré y murmuré: “¿Qué es esa línea?”
“Ese es el ecuador, la línea que divide la Tierra precisamente en dos mitades”, respondió Gino.
Sentí que había algo más detrás de esto, pero ¿qué? Nuevamente, observé la pantalla. Junto a la línea había otra que indicaba un movimiento ondulante. Se elevaba desde la base, alcanzaba una cima y luego descendía debajo de su punto de partida. Una onda perfecta. Tal vez la explicación parezca un tanto difícil, pero el cuadro que aparece a continuación aclarará las cosas. Esto es lo que vi. (Fig. 24)

Eso está muy bien, dirá usted, ¿pero dónde quiere llegar? Y eso es exactamente lo que yo me preguntaba. No podía sacar este mensaje de mi cabeza, pero tampoco podía hallar una solución al problema. Ya era pasada la medianoche y decidí ir a dormir porque al día siguiente debía ir a trabajar. Miércoles, jueves, viernes... y no podía pensar en ninguna otra cosa. ¿Dónde estaba el vínculo?; había uno, de eso estaba seguro. Entonces algo me sucedió. Ya lo había visto antes en la tapa interior de The Atlas of the Universe [El atlas del universo] de Patrick Moore. Al llegar a mi casa me dirigí apresuradamente a la biblioteca y saqué el atlas de las estrellas. ¡Sí! Allí estaban las mismas exactas líneas, y casi con obsesión comencé a observarlas hasta que me quedé sin aliento. ¡Lo tenía! La línea ondulante apuntaba a las estrellas en el zodíaco, y el Ecuador de la Tierra pasaba justo por ella.
Figura 24.
El movimiento ondulatorio del zodíaco.

Pegué un salto en el aire, por el puro gusto de hacerlo, luego de arribar a este descubrimiento. ¿Cómo era posible que no lo hubiera advertido antes? De hecho, es astronomía elemental, como lo es la existencia de las estaciones. Todos están familiariza­dos con la constante progresión de las estaciones que ocurre porque la Tierra tiene una posición un tanto inclinada en relación con el Sol.

Este ángulo provoca la existencia de las estaciones y es la responsable de que el Polo Norte y el hemisferio norte se alejen del Sol seis meses en el año. Cuando en el norte es verano, es invierno allí abajo. Todo el mundo sabe eso. Si trasladamos este razonamiento a simple matemática, obtendremos un movimiento ondular. El verano es positivo y se encuentra en su punto más alto sobre el diámetro. El invierno, entonces, se corresponde con el punto inferior debajo del diámetro. Para obtener la línea ondulante sólo debe empezar a medir, comenzando por el verano. Cuando alcance la distancia más próxima con el otoño, cierre el diámetro y siga descendiendo hacia el invierno. Una vez pasado el invierno, empiece a subir otra vez. Verá que obtuvo una onda perfecta, idéntica a la del zodíaco. Dado que en este también hay estaciones, en el hemisferio norte (Europa y EE.UU.) es imposible ver los signos estelares de Géminis u Orión en junio. Para decirlo de otro modo, este movimiento ondular nos dice si el signo estelar del zodíaco está visible para nosotros o no. El verano es positivo, entonces la constelación está visible, y por el contrario, es invisible en el invierno. Por supuesto que también depende de en qué parte del mundo se encuentre usted. En junio, Orión no está visible en Inglaterra, pero sí lo esta en América del Sur. Una vez que ha determinado qué partes están visibles, es fácil ubicarlas en el cielo.
Pude sentir que me encontraba próximo a resolver el misterio de Orión. En menos de cuatro días había logrado informarme de que los ejes siguen a los signos del zodíaco y más aún, descubrí que el zodíaco representaba un movimiento ondular. ¡Per cierto, aquí había una conexión! ¿Cómo no iba a haberla? Los astrónomos y matemáticos de miles de años atrás habían alcanzado un nivel increíblemente elevado. Al menos habían llegado hasta este punto, que era muy lejos por cierto, y con respecto a su obsesión por el fin del mundo, fueron más lejos todavía. Ellos ya habían develado códigos que nosotros recién estamos empezando a comprender. ¡Esto es absolutamente brillante! Pero, prosigamos. Yo aún no había logrado descubrir el significado del signo estelar de Orión, hasta que empecé a comprender; vi una chispa de luz. En el libro Le Grand Cataclysme leí que Osiris (Orión), luego de su nacimiento había sido asociado con cierto signo estelar en la Atlántida, visto por su madre y del cual había extraído el nombre para su hijo. Esto me dio una clave: la Atlántida estaba situada cerca del Polo Norte. Luego de la caída, los polos se invirtieron y la tierra desapareció debajo del hielo del Polo Sur.
Entonces, Orión se convirtió en un signo estelar de nuestro hemisferio meridional. Más aún, debe haber tenido un significado especial, de lo contrario, el último rey de la Atlántida no hubiera llevado su nombre. Entusiasmado, comencé a buscar en mi atlas alguna conexión posible. ¡La encontré en la página 217! Me quedé perplejo cuando vi la proyección de los hemisferios norte y sur. Pero lo que en verdad me conmovió fue la posición de Orión. Tuve que mirar varias veces antes de poder creerlo. Orión estaba ubicado como el signo estelar más claramente distinguible en el borde del hemisferio sur. Esto no puede ser cierto, pensé. Pero el mapa no ofrecía dudas: Orión quedaba como la única constelación en el borde exterior, tanto del norte como del sur. En términos puramente astronómicos, esto significa que Orión es la única constelación reconocida como un claro indicador en ambos cielos, norte y sur.

Figura 25.
En este momento, Orión domina los cielos estelares septentrional y meridional. Esto significa que el cataclismo está muy cerca.

En algunas páginas más adelante leí lo siguiente: Orión está atravesado por el ecuador del cielo y, por lo tanto, es visible desde todas las partes de la Tierra. El cordón apunta en una dirección hacia Aldebarán y en la otra hacia Sirio, mientras que Procyon, Castor y Póllux, y Capella también pueden hallarse con facilidad. Su forma característica y su elevada luminosidad hacen que Orión sea particularmente apto como punto de partida para la identificación de estrellas. Todos los miembros principales de este signo estelar (excepto Betelgeuse) pertenecen a los “primeros” tipos espectrales y son muy calientes, brillantes y blancos.


Con esto, mi guía estelar había resuelto un acertijo que tenía una antigüedad centenaria. Dado que los atlantes navegaban los océanos del mundo, necesitaron una baliza reconocible en el cielo. Además del zodíaco también tenían a Orión como punto de referencia. Inmediatamente después de la catástrofe del 21 de febrero de 21.312 a.C., Orión quedó casi en una posición idéntica a la actual. Entonces, Orión debe ser el amo del cielo, simplemente porque se halla en medio de dos cielos estrellados. No hay ninguna otra constelación cerca que pueda igualar su brillo. Por lo tanto, los atlantes eligieron a Orión como su indicador en el cielo. En vista de su ambiguo pensamiento, este debía concordar con una construcción terrenal, es decir, la pirámide de Keops. ¡El misterio de Orión había sido develado! Mi corazón saltó de alegría y yo estaba exultante de entusiasmo. Cuando Bauval señaló que las pirámides habían sido ubicadas de acuerdo con la constelación de Orión, dejó una pregunta abierta sobre el porqué de esta decisión, y yo ahora tenía la respuesta a esa pregunta. (Coincidentemente, Bauval es belga, igual que yo. ¡Los más valientes entre los galos —como dijo César, el emperador romano— lo habían hecho otra vez!)
Pero yo aún tenía otro problema. Ahora Orión toca el diámetro que corre por la línea ondular del zodíaco.

De inmediato pensé en el artículo que había leído por Internet. Si los ejes de la pirámide en verdad apuntaban a las posiciones del zodíaco correspondientes, entonces, lo que yo había encontrado aquí era su contrapartida cósmica. Los códigos de la destrucción se me aclararon cada vez más; en 2.012 Orión no sólo va a dominar los cielos estrellados septentrional y meridional, sino también el zodíaco. ¡Y en ese momento crucial del tiempo se producirá la destrucción del mundo! Las antiguas escrituras lo confirman. Durante la caída de la Atlántida, los sumos sacerdotes que habían logrado escapar le enseñaron sus conocimientos a sus seguidores. Zoroastro fue uno de ellos. La siguiente cita proviene de la obra Cosmos de Carl Sagan:

"Toda la ventura y las desventuras que caigan sobre el hombre y las otras criaturas, proceden del siete y del doce. Los doce signos del zodíaco son, como nos lo enseña el santo mandamiento, los doce regentes de este lado de la luz; y de los siete planetas se dice que son los siete regentes de la oscuridad. Los siete planetas eliminan toda la creación, entregándola a los muertos y a todas las formas de la maldad, porque los doce signos del zodíaco y los siete planetas controlan el destino del mundo”.
Figura 26.
De hecho, Orión se ubica contra la línea central que atraviesa el movimiento ondulatorio del zodíaco. Desde un punto de vista astronómico, es el “Amo del Cielo” y el “Amo del Zodíaco”.

Figura 27.
En el año 3000 a.C. Orión se situaba lejos de la línea central que atraviesa el zodíaco. La importancia de Orión para los egipcios y su verdadera posición astronómica apuntan al final de un gran ciclo.

Cuando ingresamos en nuestra computadora el “quinto sol” como la fecha maya para el fin del mundo, pudimos observar un orden especial de los planetas que aparecía en la pantalla. Los astrónomos dicen que esta configuración sólo sucede una vez cada 45.200 años. Con esta matriz “in mente”, la alarma debería estallar. Zoroastro sabía de lo que hablaba porque dominaba el conocimiento secreto de la Atlántida. Darme cuenta de esto me dejó sin aire. Más que nunca, ahora estaba convencido del inminente desastre y hallé más claves en nuestro programa.








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